jueves, 1 de febrero de 2007

La famosa cola de pez, como vemos ausente en la Mitología y con la que habitualmente identificamos a estos seres, resulta ser una de esas contaminaciones a las que aludíamos, no empezando a mencionarse hasta el siglo VI d.C. en el que aparece el Liber Monstrorum de Diversis Generibus, a partir del cual es divulgada durante toda la Edad Media y llega hasta nosotros haciendo casi olvidar su aspecto original.

Estas Sirenas, cuyos nombres más conocidos son Pisínoe, Agláope y Telxiepía, tienen varias actuaciones en la Mitología, aunque ninguna de ellas tan famosa como la que tiene lugar durante el viaje de los Argonautas en busca del vellocino de oro y durante el regreso de Odiseo (Ulises) a Ítaca.

Se decía de estos seres que eran especialmente peligrosas cuando no soplaba el viento y durante las pesadillas de la siesta, pues atraían a los marineros a las praderas de su isla, donde los dejaban morir, mediante el canto de melodías arrebatadoras que acompañaban del tañer de sus liras. Sin embargo, los dos héroes consiguieron eludir el malvado influjo de las Sirenas.

Jasón, en el viaje de regreso a bordo del Argo, eludió el maléfico efecto de las Sirenas gracias a que Orfeo, dios asimismo de la música, contrarrestó sus cantos con acordes aún más bellos de su lira. Por su parte, Odiseo, que pasó enfrente de las mismas islas una generación después, durante el viaje de regreso a su patria, Ítaca, se libró asimismo del mortal atractivo de las Sirenas pese a que no renunció a escuchar su canto. Para ello, ordenó a sus tripulantes se taparan los oídos con cera y que a él lo ataran fuertemente al mástil del navío, con lo que, al escuchar Ulises la irresistible melodía, ordenó a sus compañeros que lo desatasen, pero ellos, que no podían oír sus órdenes al tener los oídos tapados, no sólo no las obedecieron sino que, malinterpretando sus gestos, lo ataron más fuertemente al mástil. De esta manera, los tripulantes continuaron sanos y salvos su viaje.

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