domingo, 4 de febrero de 2007

TERCER DÍA

Tenía lugar un banquete ritual en el que los atletas participantes en los juegos comían la carne de los toros sacrificados es día anterior, lo cual tenía por objeto asimilar la enorme fuerza de estos animales.

CUARTO DÍA

Competiciones de lira y flauta y representaciones de comedias y tragedias. No en vano Apolo era, entre otras muchas atribuciones, dios de la música.

QUINTO DÍA
Era el día más denso en competiciones deportivas. Durante ese quinto día se celebraban:

· Carreras: Las carreras se celebraban en el Estadio Pítico, situado Parnaso arriba, a unos setenta metros por encima del nivel en el que se encuentra el recinto sagrado. El primer viajero que visitó las ruinas de Delfos fue un conocido comerciante y humanista italiano, Ciriaco de Pizzicolli, que ascendió a aquel estrecho valle en 1456, antes de que los turcos conquistaran Grecia. La visita fue rápida pero le bastó para copiar algunas inscripciones y para admirar el gran Estadio ( que él confundió con el hipódromo ), del que dice se hallaba “in sublimi civitatis arce, altissimus sub rupibus” ( “en la parte más alta de la ciudad, bajo altísimos peñascos ). Este estadio, durante la época de esplendor de Delfos, no contaba con el graderío que podemos admirar en la actualidad [1] sino que su papel era desempeñado por la pendiente natural del Parnaso.

La salida de las carreras se efectuaba dejando caer una cuerda tensada que previamente se había dispuesto delante de los atletas. En el caso de que alguno de ellos hiciera una salida falsa, el “mastigóforo” (“portalátigo”) que acompañaba siempre al juez de carrera, reprimía su ímpetu a latigazo limpio. Así lo afirma Herodoto: “¡Oh, Temístocles, en los Juegos, los que se adelantan son azotados!”. Por otra parte, con el fin de lanzarse a la pista con el mayor impulso posible, el atleta apoyaba sus pies e introducía sus dedos en unas ranuras talladas en las losas de mármol blanco que formaban la línea de salida. En el caso de participar un mayor número de atletas que puestos de salía había en el Estadio, se programaban series eliminatorias cada una de las cuales era conocida como “taxi”. Por ello, quizás hoy en día denominemos “taxi” a un grupo de, en este caso, vehículos, que, de la misma forma que los atletas, se disponen alineados en unos puestos de salida esperando una orden de partida para iniciar su recorrido, recorrido que, abundando en la curiosidad, se denomina, también, “carrera”.

El concurso de carreras comprendía varias modalidades:

- El Estadio: Consistía en recorrer de una sola vez la longitud del estadio el estadio pítico medía 178 metros) de un extremo a otro y en un solo sentido, ya que en la antigua Grecia, en las carreras, no se recorría el estadio por su contorno, como en la actualidad, sino a través de él. Esta carreta del “estadio” fue la competición originaria de los Juegos Olímpicos y la prueba reina durante mucho tiempo. De hecho, en algunos juegos, como en las Hermaias de Salamina, era la única prueba.

- El Diaulo: En él se recorría la longitud del estadio y, tras dar la vuelta a un pilar, se volvía al punto de partida. Según Dionisio de Halicarnaso, en el “diaulo” de la Olimpiada XV ( 720 a.C. ) se presentó por primera vez un atleta completamente desnudo, el espartano Acantos, que resultó vencedor. A partir de entonces, la desnudez de los atletas se hizo habitual.

- El Dolico: Correspondía a la carrera de fondo, durante la cual se daban varias vueltas en torno al pilar antes de llegar a la meta.

- La Hoplitodromía: Modalidad de carrera efectuada portando aperos de guerra como casco, escudo, etc. No en vano los hoplitas eran las fuerzas de elite de las falanges griegas.

Durante las pruebas, los atletas, a fin de disminuir la transpiración y protegerse del frío o del calor, untaban su cuerpo en aceite y posteriormente se espolvoreaban con arena. Una vez concluida la prueba se quitaban esa mezcla de aceite y arena mediante un instrumento falciforme denominado “estrígile”.

Se contaban casos de corredores dotados de una resistencia prodigiosa: Filípides, en el 490 a.C., llegó corriendo desde Atenas a Esparta (unos 200 km) en dos días con el fin de pedir ayuda contra los persas. Pocos días después, los griegos derrotaban al invasor en Maratón. Tras la victoria, un soldado corrió a dar la buena nueva a Atenas y, cumplida su misión, se desplomó muerto por el esfuerzo. En memoria de esta proeza, en 1896 se incluyó por primera vez en los Juegos Olímpicos modernos una carrera de 42,2 km, distancia existente entre Maratón y Atenas, que ganó el cartero griego Spiridon Lonis, invirtiendo en el recorrido 2h. 52 m.

[1] Este graderío fue construido en el siglo II d.C. por Herodes Ático, sofista, benefactor y uno de los hombres más ricos de la época. Amigo personal de Adriano y Antonio, fue profesor de Marco Aurelio. A él también se debe el maravilloso Odeón situado a los pies de la Acrópolis de Atenas.

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