Tras liberar a Andrómeda, partieron ambos hacia Sérifos, en donde Perseo tuvo noticias de que durante su ausencia, pese a la protección brindada por Dictis, Polidectes había intentado violar a su madre [1]. Por ello, Perseo se presentó en el palacio de Polidectes, donde éste celebraba un banquete con los amigos, y anunció a los presentes que traía consigo el prometido regalo de bodas; a continuación les muestró la cabeza de Medusa, mientras él desviaba su mirada de ella, convirtiéndolos así a todos en piedra. Según Estrabón, siglos después todavía se mostraba en Sérifos un círculo de piedras que los lugareños decían eran los asistentes al banquete de Polidectes petrificados por Medusa.
Tras la petrificación de Polidectes, Perseo colocó en el trono de Sérifos a Dictis, hermano de Polidectes, quien, como vimos, durante la ausencia de Perseo siempre había tratado de dar protección a Dánae frente a los deseos de Polidectes. Posteriormente entregó las sandalias aladas, la alforja y el casco de Hades a Hermes, quien a su vez devolvió todo a las Ninfas, mientras que a Atenea le regaló la cabeza de Medusa, quien la colocó en mitad de su escudo, del que sería en adelante un atributo constante.
Por fin, Perseo, acompañado por Dánae y Andrómeda, llegó a Argos, donde reinaba su abuelo Acrisio. Enterado éste de la inminente llegada de Perseo, huyó a la ciudad de Larisa, en la Tesalia Pelasgiótide, temiendo, una vez más, el cumplimiento del oráculo. Pero El Destino hizo que acudiera allí Perseo a participar en unos juegos que había organizado el rey del país, de nombre Teutámidas, en honor de su padre muerto. Perseo actuó en ellos en la modalidad de pentathlon y, cuando llegó la prueba de disco, el disco que lanzó Perseo fue desviado por los Vientos y hirió de muerte a Acrisio, dando así cumplimiento al oráculo. Perseo, que reconoció a su abuelo en aquel hombre al que fortuitamente había dado muerte, entristecido enterró a Acrisio en el templo de Atenea que corona la acrópolis de Larisa, renunciando a ocupar el trono de Argos que le correspondía. Puesto en contacto con Megapentes, rey de Tirinto, llegó con éste al acuerdo de trocar ambos reinos, de tal manera que Megapentes se haría cargo del reino de Argos y Perseo del de Tirinto, en donde, más adelante, fundaría la ciudad de Micenas, en la construcción de cuyas murallas sería ayudado por los cíclopes.
Según Flavio Josefo, Plinio y Solino, en la costa de Jaffa, donde la mitología sitúa la liberación de Andrómeda por Perseo, había una roca que durante la Antigüedad conservó señales de las cadenas con las que estuvo atada Andrómeda durante su suplicio. Por su parte, Pausanias dice que cierta fuente de Jaffa, próxima al mar, mana aguas de color sangre, pues según los lugareños, en ella se lavó Perseo la sangre del monstruo después que lo hubo matado. Plinio, por último, cuenta que en tiempos de Marco Emilio Escauro, edil del 58 a.C., fueron llevados a Roma los huesos del monstruo que iba a devorar a Andrómeda. Su tamaño era de unos trece metros, sus costillas eran mayores que los colmillos de un elefante y su columna vertebral tenía cuarenta y cinco centímetros de grosor.
Las fuentes de este mito son numerosas: Apolodoro, Higinio, Ferécides, Ovidio, Hesíodo, Luciano, Píndaro, etc. Éste último, en su Pítica XII ( 17 ) dedicada a Midas de Acragante, un flautista que ganó el concurso musical del los Juegos Píticos en el año 490 a.C., nos dice:
“…
aquél que oyó Perseo derramarse
en medio del más acerbo dolor,
por las cabezas intocables y jamás casadas de las sierpes [2],
cuando dio un grito de triunfo,
mientras traía,
para perdición de la marina Sérifos,
una de las tres hermanas: La Medusa.
Malogró efectivamente
a la monstruosa descendencia de Forcis [3],
y convirtió en funesta
su aportación al festín de Polidectes [4],
así como la prolongada servidumbre de su madre
y el forzado lecho [5],
cuando sacó la cabeza de la bien encarada Medusa
el hijo de Dánae, el que contamos
que nació del oro que fluyó por sí mismo [6]
…”
Ruiz de Elvira, en un precioso libro sobre mitología clásica, nos aporta la justificación del hecho de que en muchas representaciones, fundamentalmente renacentistas, resulta habitual ver a Perseo a lomos del caballo alado Pegaso, cuando lo que verdaderamente hace volar a Perseo no es Pegaso sino las sandalias aladas suministradas por las Ninfas. Este error renacentista, dice Ruiz de Elvira, surge bajo el amparo de tres hechos coincidentes:
· Perseo vuela.
· Al ser decapitada Medusa, de su cuerpo brota Pegaso (junto a Crisaor).
· En el Orlando Furioso, Ariosto, en el pasaje del salvamento de Angélica por Rugiero, que en muchas de sus estrofas es un calco del de Andrómeda por Perseo según Ovidio, presenta a Rugiero montado en un grifo.
Siendo Pegaso lo más parecido que hay al grifo en la mitología clásica, y dada la enorme popularidad del Orlando Furioso en los siglos XVI y XVII, todo ello dio lugar, en multitud de cuadros sobre el tema de Perseo y Andrómeda, a la contaminación de presentar a Perseo cabalgando a lomos de Pegaso, cuando lo cierto es que el único héroe que vuela montado en Pegaso es Belerofontes.
[1] Como veremos más adelante, Píndaro dejará entrever que, de hecho, Dánae fue violada.
[2] Ningún ser, divino o mortal, tuvo jamás relación alguna con las Gorgonas, a excepción de Posidón.
[3] Medusa es, como vimos, hija de Forcis y Ceto.
[4] Alude al festín en el que Polidectes exige a Perseo que cumpla su palabra y le traiga la cabeza de Medusa.
[5] Píndaro parece querer indicar que Dánae fue forzada por Polidectes durante la ausencia de Perseo.
[6] Hace alusión a la lluvia dorada en la que se convirtió Zeus para acceder a Dánae y concebir así a Perseo.
Tras la petrificación de Polidectes, Perseo colocó en el trono de Sérifos a Dictis, hermano de Polidectes, quien, como vimos, durante la ausencia de Perseo siempre había tratado de dar protección a Dánae frente a los deseos de Polidectes. Posteriormente entregó las sandalias aladas, la alforja y el casco de Hades a Hermes, quien a su vez devolvió todo a las Ninfas, mientras que a Atenea le regaló la cabeza de Medusa, quien la colocó en mitad de su escudo, del que sería en adelante un atributo constante.
Por fin, Perseo, acompañado por Dánae y Andrómeda, llegó a Argos, donde reinaba su abuelo Acrisio. Enterado éste de la inminente llegada de Perseo, huyó a la ciudad de Larisa, en la Tesalia Pelasgiótide, temiendo, una vez más, el cumplimiento del oráculo. Pero El Destino hizo que acudiera allí Perseo a participar en unos juegos que había organizado el rey del país, de nombre Teutámidas, en honor de su padre muerto. Perseo actuó en ellos en la modalidad de pentathlon y, cuando llegó la prueba de disco, el disco que lanzó Perseo fue desviado por los Vientos y hirió de muerte a Acrisio, dando así cumplimiento al oráculo. Perseo, que reconoció a su abuelo en aquel hombre al que fortuitamente había dado muerte, entristecido enterró a Acrisio en el templo de Atenea que corona la acrópolis de Larisa, renunciando a ocupar el trono de Argos que le correspondía. Puesto en contacto con Megapentes, rey de Tirinto, llegó con éste al acuerdo de trocar ambos reinos, de tal manera que Megapentes se haría cargo del reino de Argos y Perseo del de Tirinto, en donde, más adelante, fundaría la ciudad de Micenas, en la construcción de cuyas murallas sería ayudado por los cíclopes.
Según Flavio Josefo, Plinio y Solino, en la costa de Jaffa, donde la mitología sitúa la liberación de Andrómeda por Perseo, había una roca que durante la Antigüedad conservó señales de las cadenas con las que estuvo atada Andrómeda durante su suplicio. Por su parte, Pausanias dice que cierta fuente de Jaffa, próxima al mar, mana aguas de color sangre, pues según los lugareños, en ella se lavó Perseo la sangre del monstruo después que lo hubo matado. Plinio, por último, cuenta que en tiempos de Marco Emilio Escauro, edil del 58 a.C., fueron llevados a Roma los huesos del monstruo que iba a devorar a Andrómeda. Su tamaño era de unos trece metros, sus costillas eran mayores que los colmillos de un elefante y su columna vertebral tenía cuarenta y cinco centímetros de grosor.
Las fuentes de este mito son numerosas: Apolodoro, Higinio, Ferécides, Ovidio, Hesíodo, Luciano, Píndaro, etc. Éste último, en su Pítica XII ( 17 ) dedicada a Midas de Acragante, un flautista que ganó el concurso musical del los Juegos Píticos en el año 490 a.C., nos dice:
“…
aquél que oyó Perseo derramarse
en medio del más acerbo dolor,
por las cabezas intocables y jamás casadas de las sierpes [2],
cuando dio un grito de triunfo,
mientras traía,
para perdición de la marina Sérifos,
una de las tres hermanas: La Medusa.
Malogró efectivamente
a la monstruosa descendencia de Forcis [3],
y convirtió en funesta
su aportación al festín de Polidectes [4],
así como la prolongada servidumbre de su madre
y el forzado lecho [5],
cuando sacó la cabeza de la bien encarada Medusa
el hijo de Dánae, el que contamos
que nació del oro que fluyó por sí mismo [6]
…”
Ruiz de Elvira, en un precioso libro sobre mitología clásica, nos aporta la justificación del hecho de que en muchas representaciones, fundamentalmente renacentistas, resulta habitual ver a Perseo a lomos del caballo alado Pegaso, cuando lo que verdaderamente hace volar a Perseo no es Pegaso sino las sandalias aladas suministradas por las Ninfas. Este error renacentista, dice Ruiz de Elvira, surge bajo el amparo de tres hechos coincidentes:
· Perseo vuela.
· Al ser decapitada Medusa, de su cuerpo brota Pegaso (junto a Crisaor).
· En el Orlando Furioso, Ariosto, en el pasaje del salvamento de Angélica por Rugiero, que en muchas de sus estrofas es un calco del de Andrómeda por Perseo según Ovidio, presenta a Rugiero montado en un grifo.
Siendo Pegaso lo más parecido que hay al grifo en la mitología clásica, y dada la enorme popularidad del Orlando Furioso en los siglos XVI y XVII, todo ello dio lugar, en multitud de cuadros sobre el tema de Perseo y Andrómeda, a la contaminación de presentar a Perseo cabalgando a lomos de Pegaso, cuando lo cierto es que el único héroe que vuela montado en Pegaso es Belerofontes.
[1] Como veremos más adelante, Píndaro dejará entrever que, de hecho, Dánae fue violada.
[2] Ningún ser, divino o mortal, tuvo jamás relación alguna con las Gorgonas, a excepción de Posidón.
[3] Medusa es, como vimos, hija de Forcis y Ceto.
[4] Alude al festín en el que Polidectes exige a Perseo que cumpla su palabra y le traiga la cabeza de Medusa.
[5] Píndaro parece querer indicar que Dánae fue forzada por Polidectes durante la ausencia de Perseo.
[6] Hace alusión a la lluvia dorada en la que se convirtió Zeus para acceder a Dánae y concebir así a Perseo.
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