viernes, 2 de febrero de 2007

Una vez aquí, ha llegado el momento de dedicar algunas palabras al elemento principal del recinto sagrado, la sede donde se emitían los oráculos, el Templo de Apolo. Según la tradición, el primer templo de Delfos fue construido con hojas de laurel procedentes del Valle del Tempe (Tesalia), a donde, recordemos, se había retirado Apolo buscando su purificación tras la muerte de Pitón. El primer gran templo se construyó en el siglo VII a.C. y a éste sucedieron otros dos por motivo de las sucesivas destrucciones sufridas por un terremoto (548 a.C.) y por un terremoto seguido de un incendio (373 a.C.). El nuevo templo, cuyas ruinas podemos contemplar hoy en Delfos, fue levantado mediante una colecta panhelénica e inaugurado en el 330 a.C. Su construcción se debe, primero a Espintaros de Corinto y, posteriormente, a la muerte de éste, a Agatón. Sus dimensiones, comparables a las del Partenón, eran muy similares a las del templo anterior, dórico, períptero, con seis columnas en los frentes y quince en los lados, y con una doble cella entre la pronaos y el opistódomos. En la pronaos se encontraban escritas la letra “E”, aportación de los sacerdotes délficos al alfabeto griego, y la sentencia “conócete a ti mismo” junto a las sentencias más conocidas de los Siete Sabios: Tales de Mileto, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindo, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Periandro de Corinto y Pítaco de Mitilene. Éste último, tirano de la ciudad, hubo un día en el que donó todas sus tierras a sus súbditos con el argumento “tener lo mismo es más que tener más”.

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