7- EPITAFIO:
En el año 191 a.C. los romanos se convirtieron en señores del santuario, pero la protección nominal de Roma no fue suficiente para protegerlo de la voracidad de los invasores ni de los mismos emperadores. Sila, en el año 86 a.C., robó todos los preciosos exvotos que todavía se conservaban tras las sucesivas guerras y pillajes sufridos. Augusto tomó el santuario bajo su protección, reorganizó la anfictionía y dedicó un culto a los emperadores en el tholos de Atenea Pronea. Entretanto, la ciudad de Delfos se fue despoblando progresivamente.
Posteriormente, Nerón se llevó quinientas estatuas. Domiciano hizo reparar el templo. Plutarco fue sacerdote en Delfos durante más de veinte años (del 105 al 126 d.C.) y se esforzó en hacer revivir el antiguo culto. Lo mismo hacen más tarde Adriano y Antonino. Cuando Pausanias visita Delfos en 170 d.C., encontró el santuario en un estado penoso pero todavía rico en obras de arte y tesoros. Se habían conservado bastante bien para ser llevadas más adelante a Constantinopla por Constantino el Grande y Teodosio. El decreto de éste emitido el 10 de enero de 381 d.C., prohibiendo los ritos paganos, dio el golpe definitivo al culto de Apolo. El emperador Juliano había intentado reavivar el oráculo de Delfos, que se encontraba languideciendo, de tal manera que, aparte de una sola Pitia y unos cuantos sacerdotes, estaba abandonado por completo. El enviado de Juliano, el médico y sabio Oribasio, había sido enviado a Delfos con el encargo de preguntar qué se podía hacer por el santuario, pero la Pitia respondió un melancólico epitafio para el culto secular de Apolo:
“Dile al rey que la casa bellamente construida está derrumbada.
Febo no tiene ya morada, el sagrado laurel está marchito.
Sus fuentes callan para siempre, el agua parlante enmudeció”
Finalmente, en el año 398 d.C., Arcadio, hijo de Teodosio, derribó el templo oracular. Febo, “El Luminoso”, se apagó, así, para la eternidad.
Sin embargo, ni todos los santuarios oraculares estaban consagrados a Apolo, ni todos tenían el mismo procedimiento oracular. Por ello, veamos a continuación, si bien escuetamente, algunos otros santuarios dedicados a la precognición divina.
“Dile al rey que la casa bellamente construida está derrumbada.
Febo no tiene ya morada, el sagrado laurel está marchito.
Sus fuentes callan para siempre, el agua parlante enmudeció”
Finalmente, en el año 398 d.C., Arcadio, hijo de Teodosio, derribó el templo oracular. Febo, “El Luminoso”, se apagó, así, para la eternidad.
Sin embargo, ni todos los santuarios oraculares estaban consagrados a Apolo, ni todos tenían el mismo procedimiento oracular. Por ello, veamos a continuación, si bien escuetamente, algunos otros santuarios dedicados a la precognición divina.
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