Hemos dicho que el derecho de protomanteia o de prioridad en la consulta al oráculo se otorgaba a quienes se habían mostrado especialmente generosos con el santuario. En efecto, el recinto sagrado en el que se sitúa el templo de Apolo se encontraba repleto de todo tipo de donaciones, bien de particulares, bien de las distintas ciudades, efectuadas en agradecimiento al dios por haber guiado con pasos certeros a los distintos consultantes. Así, los acontecimientos más importantes de la historia griega y de sus colonias tienen en Delfos un monumento erigido por sus protagonistas, de tal forma que se dice, con acierto, que una mirada al recinto sagrado de Delfos es como una instantánea de toda la historia de Grecia. Aquí están representadas todas las batallas que decidieron en aquellos tiempos el curso de la Historia: Maratón, Salamina, Platea, Micala, Queronea, Leuctra, Egospótamos, etc., así como cualquier otro suceso, bélico o de otra índole, que haya resultado relevante para la historia de las distintas polis.
Las donaciones efectuadas al santuario eran de lo más variopinto: estatuas de generales victoriosos o de atletas vencedores en los Juegos Píticos, botines de guerra, objetos de culto realizados con metales preciosos, monumentos conmemorativos, etc. Sin embargo, las ciudades más poderosas, y por ello aquellas que con mayor frecuencia efectuaban donaciones al santuario, disponían en el interior del recinto sagrado de unas construcciones a modo de templetes en las que iban depositando las sucesivas aportaciones al dios. Estas construcciones eran conocidas con el nombre de Tesoros, entre los cuales, el más antiguo era el de Corinto (650 a.C.), en donde se guardaban, además, las donaciones del rey Midas de Frigia y de los lidios Giges y Creso, siendo el más suntuoso el Tesoro de la isla de Signos, construido enteramente de mármol de Paros en el año 525 a.C., mediante el diezmo de las minas de oro de la isla.
Las donaciones efectuadas al santuario eran de lo más variopinto: estatuas de generales victoriosos o de atletas vencedores en los Juegos Píticos, botines de guerra, objetos de culto realizados con metales preciosos, monumentos conmemorativos, etc. Sin embargo, las ciudades más poderosas, y por ello aquellas que con mayor frecuencia efectuaban donaciones al santuario, disponían en el interior del recinto sagrado de unas construcciones a modo de templetes en las que iban depositando las sucesivas aportaciones al dios. Estas construcciones eran conocidas con el nombre de Tesoros, entre los cuales, el más antiguo era el de Corinto (650 a.C.), en donde se guardaban, además, las donaciones del rey Midas de Frigia y de los lidios Giges y Creso, siendo el más suntuoso el Tesoro de la isla de Signos, construido enteramente de mármol de Paros en el año 525 a.C., mediante el diezmo de las minas de oro de la isla.
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